domingo, 28 de septiembre de 2014

El cielo de Madrid



Si hace dos años decíamos que este loco se iba con otra loca y que eso suponía dejar atrás una ciudad-mito y unos amigos que tal vez no resistirían el paso del tiempo, corresponde ahora hacer balance y congratularse de que ese balance sea muy positivo: es siempre un placer el reencuentro, con la ciudad y con los amigos. No diré sus nombres porque ellos ya saben quiénes son, pero sí daré los de la ruta que hacemos juntos: ellos me acompañan a intervalos, se suman a la feliz corriente de la ociosidad y vuelven a verse, conmigo como excusa.

Empezamos por el cine (los Renoir, la Filmoteca, el Círculo de Bellas Artes), donde Philip Seymour Hoffman es El hombre más buscado y uno no se cansa de decirle adiós y agradecerle la enormidad de su talento. Seguimos por los cafés (el terroso Terral, el céntrico Central, la deliciosa cafetería del Museo del Romanticismo) que invitan a leer y a conversar y a emborronar cuadernos.


Vayamos luego de librerías (La Central de Callao, La Buena Vida, Alberti, Mujeres, Ocho y Medio, Méndez, el Pequeño Museo del Escritor) y hagamos que el tiempo se detenga en Padis, encrucijada lúdica que conduce a Erebor, a Desembarco del Rey, a Rokugan.

Acabemos nuestro viaje sentimental en los parques, durante el ocaso: si no hay tiempo para ir al Buen Retiro lo habrá para evocar los Jardines de Sabatini, o para pasear junto al Templo de Debod con las mariposas pugnando por revolotear dentro de los sueños que no pueden cumplirse.

El cielo de Madrid está a ras de suelo, la ciudad y los amigos se quedan pero también se llevan dentro, atrás dejamos las aventuras en busca de gloria y fortuna, siempre nos quedará el Massey Hall.

viernes, 30 de mayo de 2014

Tanyible

Desde la apertura de la librería Tusitala, el pasado mes de octubre, este blog se ha mantenido en suspenso, pero no tanto mi actividad como crítico aficionado. En la sección de reseñas del sitio web de la librería podéis encontrar un repaso por algunas de mis lecturas recientes, como Los surcos del azar de Paco Roca. Es una gran suerte trabajar rodeado de libros, y recibir las recomendaciones de clientes y amigos de Tusitala. Algunos de ellos, por añadidura, tienen a bien colaborar en la sección con sus propias reseñas, lo cual agradezco enormemente porque constituye un abanico de voces que dialogan entre sí, a través de lo que opinamos sobre libros y cómics, como si estuviéramos en una de las tertulias literarias que se organizan en la propia librería.

A partir de una de estas reseñas, dedicada a la novela La habitación oscura de Isaac Rosa, nació mi colaboración con la revista electrónica Tanyible, hermana pequeña de la más famosa Jot Down. Isaac estuvo en Tusitala en febrero, y su grata presencia en la librería hizo crecer la reseña hasta convertirla en homenaje, y así transformada se publicó de esta manera. Más tarde, en abril, pasó por Badajoz el actor Alberto San Juan con su extraordinario monólogo Autorretrato de un joven capitalista español, y el impacto fue tal que me vi obligado a escribir sobre ello, a reflexionar sobre la contundente crítica que la obra supone hacia nuestro modo de vida. El resultado se convirtió en esta reseña publicada también en Tanyible.

Invitados a leer estáis, pues, aunque no sea por ahora en este blog, pero sí a través de él. Todo sea por seguir contando historias, a la manera de Tusitala.

domingo, 6 de octubre de 2013

Soy librero

"En los cafés me acuerdo de los sueños, un no man's land suscita el otro; ahora me acuerdo de uno, pero no, solamente me acuerdo de que debí soñar algo maravilloso y que al final me sentía como expulsado del sueño que irremediablemente quedaba a mis espaldas". Julio Cortázar. Rayuela.


Parece que tenga la necesidad de repetirlo para ser consciente de ello. Soy librero. Desde octubre, mes otoñal y revolucionario. La librería Tusitala es el hogar de este librero, y pretende ser mucho más que una tienda: lugar de encuentro, de café, de tertulia… todo aquello que siempre imaginé que debería ser una librería, que compartí con mis queridos y letraheridos compañeros de viaje, que glosé en casi todo cuanto he escrito. En la mayoría de mis ficciones aparece al menos un café literario, que es ese término del siglo pasado que mejor define la cuestión. También, por descontado, en las ficciones de mis maestros: ya decía Julio Cortázar, cuyo fantasma busqué en el café Old Navy de París, que son el territorio neutral para los apátridas del alma.

La librería soñada tiene igualmente su anclaje en la realidad, cómo no. El paradigma de esa librería en la que uno quisiera quedarse a vivir como en una isla conectada mediante miles de ramificaciones de papel a todos los lugares del mundo es sin duda Shakespeare & Company; librería-refugio, librería-oasis, librería-laberinto. Hay un referente más cercano, sin embargo, una librería que seguirá siempre en mi recuerdo y que constituye el germen de la amistad a lo largo, por decirlo en palabras de Jaime Gil de Biedma, que mantengo con varias de las personas más importantes de mi vida: la desaparecida librería La Bohemia, cuyo fantasma, como el de Julio, flirtea todavía entre las almas de algunos habitantes de esta ciudad.

Ser librero es un regalo y al mismo tiempo un desafío, sobre todo con tan elevados referentes. Habré de aprender a serlo. La mayor suerte es que vender libros es también leerlos, recomendarlos, conversar sobre ellos, dejarse llevar por los consejos y las peticiones de los clientes. Curioso pensar que hasta ahora vendía un solo libro, el mío, dos como mucho, y ahora vendo o podría vender TODOS los libros. Como la biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges, toda librería es potencialmente una librería infinita. Espero que Tusitala, el que cuenta historias, no tarde en convertirse en amigo vuestro y lo sea por un tiempo digamos que, si no infinito, sí ilimitado.

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jueves, 4 de julio de 2013

The Straight Story



Hay películas que uno deja pendientes durante largo tiempo, hasta encontrar la ocasión oportuna. En el caso de The Straight story, han tenido que pasar catorce años desde su estreno para que llegara ese momento, y tal vez sea adecuado verla por primera vez ahora que me acerco a los cuarenta y puedo comprender mejor el sentido de esta historia. Una historia verdadera, muy alejada de la trayectoria cinematográfica de su director, David Lynch. Aquí sus guiones tortuosos y crípticos dan paso a una historia clara, auténtica, directa, como el propio apellido del protagonista.

Por momentos, sobre todo al principio del metraje, tengo la sensación de moverme entre los escenarios rurales que pintaba Edward Hopper y los frescos sin esperanza de Raymond Carver. Luego me domina la certeza de que no hace falta irse a Iowa, Estados Unidos, para contar la historia de Alvin Straight: los paisajes, los trabajos en el campo, el modo de vida, la testarudez y el buen corazón de Alvin me recuerdan tanto a mi abuelo y a la tierra de mi infancia.

The Straight story es una road movie en el sentido más clásico, una odisea exterior y una transformación interior. Es algo así como el reflejo crepuscular de Into the wild, otra excepcional aventura de descubrimiento personal, también basada en hechos reales, rodada por Sean Penn en 2007. Para mí ya es tarde, pero invito a quienes tengáis la suerte de no haberlas visto, a saborear Into the wild y The Straight story por este orden, a comparar el viaje al encuentro de sí mismos de Christopher McCandless y de Alvin Straight.

Después de verlas, a uno le entran unas ganas terribles de ir a los bosques a vivir deliberadamente, como diría Thoreau, y de tumbarse bajo el cielo a contemplar las estrellas.

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jueves, 23 de mayo de 2013

Letraheridos en Badajoz


A mis alumnos. Y a mis compañeros de viaje.

Si usted que lee esto se dedica a pasear por una ciudad de provincias en la que nunca pasa nada (pongamos que hablo de Badajoz), si recorre sus calles con los ojos bien abiertos, verá acaso aquí y allá, salpicando su paisaje como flores de primavera, a aprendices de escritores que, para reforzar el efecto dramático, llamaremos a partir de ahora letraheridos. 

Cuando el Centro de Estudios Literarios Antonio Román Díez despertó, los letraheridos, por supuesto, ya estaban allí. Ya habitaban la ciudad, en secreto, como una logia que no ha celebrado siquiera su reunión constituyente. Tan en secreto que la ciudad dudaba de su existencia, y su condición de escritores se asimilaba más bien a la de criaturas mitológicas que jamás escaparan de las páginas del bestiario correspondiente.

El CELARD, pues tal es su acrónimo, escogió el propicio mes de abril para invocar a estos amables monstruos. El ritual, denominado I Jornadas sobre Creación Literaria en Extremadura: del Lector al Escritor, dio lugar a diversos aquelarres, entre los cuales cabe destacar el I Certamen de Microrrelatos y, sobre todo, el Taller Literario Exprés celebrado en la Biblioteca Pública Bartolomé J. Gallardo, cuya foto de grupo ilustra estas líneas. 

Ahora, con la puesta en marcha de los Talleres de Primavera del CELARD, los letraheridos han salido de su caparazón y polinizan la ciudad como abejas rabiosas. Se los ha visto en plena vía pública, cazando frases al azar, qué osadía; aporreando el teclado de una máquina de escribir callejera, llevados por la más Dulce Locura; pululando en busca de páginas en blanco por la Feria del Libro; acaparando las ondas radiofónicas con desesperados mensajes de esperanza; despertando a base de abrazos La Dignidad Dormida; desplegando sus cuadernos en las cafeterías y en los parques, lugares anteriormente reservados para el tierno beso de los amantes. 

El viaje no ha hecho más que empezar. Súbase, usted que lee esto, al expreso de la literatura. Hágalo hoy mismo, en una fecha que para quien esto escribe es tan simbólica como literaria. Cumpleaños feliz, amigos míos. Letraheridos de Badajoz. Escribir en Badajoz. Sí, se puede.

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lunes, 18 de marzo de 2013

Traducir es crear

"Crear es resistir. Resistir es crear".
Stéphane Hessel.


Durante el Curso de iniciación a la traducción literaria, organizado en Cáceres los días 16 y 17 de marzo por Sala Targuman y ACE Traductores, hemos aprendido (o más bien recordado) que traducir es crear. El traductor es autor de su traducción, lo cual deja de parecer una perogrullada cuando resulta que ha sido necesaria una Ley de Propiedad Intelectual que así lo reconozca. La del traductor es una profesión extraña: imprescindible en el mercado editorial, un sector que supone el 4% del PIB español; pero que raramente permite vivir de ella en exclusiva. La mayor parte de los traductores desempeñan alguna profesión adicional, por lo cual se dedican también a la traducción técnica, a la enseñanza, a la edición o a la creación literaria. 

Los traductores encargados de impartir el curso, María Teresa Gallego y Arturo Peral, presidenta y vicesecretario respectivamente de ACE, tienen muy claro que ser traductor no es sólo trasladar un texto de una lengua a otra, sino que conlleva la necesaria reivindicación de su labor profesional. El matrimonio editor-traductor, con honrosas excepciones, es una relación de amor y odio: ambos se necesitan, pero el primero tiende a menospreciar al segundo, y éste a no fiarse de aquél. Digámoslo como si de un chiste se tratara: si un editor va al dentista a ponerse un empaste, no se le ocurre dejar de pagar exactamente la cantidad estipulada (incluso aunque le parezca excesiva), ni acudirá a un matasanos que ponga en riesgo toda su dentadura. Sin embargo, ese mismo editor será capaz de escatimar los derechos de autor de sus traductores, o hacerlos trabajar sin contrato, o subastar a la baja la traducción aunque eso suponga una importante pérdida de calidad que afecte a la imagen de toda su producción editorial. En realidad, no es un funcionamiento muy diferente al de otros sectores laborales, en estos tiempos en los que prima obtener el máximo beneficio a costa de lo que sea. 

El curso continuó con una serie de directrices para abrirse camino en el sector y darse a conocer a editoriales, sin olvidar la necesidad de asociarse y de estar al tanto de la legislación. Y es que no todo son peleas conyugales, ni mucho menos: ACE y el gremio de editores han consensuado varios contratos tipo que respetan los derechos de ambas partes, y existe una comisión paritaria de traductores y editores que se dedica a solucionar las desavenencias matrimoniales. La asociación CEDRO, por otra parte, se encarga de gestionar los derechos colectivos de propiedad intelectual y la compensación por copia privada. No se puede decir, por tanto, que la profesión de traductor esté desamparada o desasistida, aunque es cierto que demasiadas veces se echa en falta algo tan sencillo y tan escaso como es el cumplimiento de la ley.

El marco de este curso, la ciudad de Cáceres, es también sede de Sala Targuman, entidad dedicada a la formación de traductores que promete hacernos volver pronto a una ciudad que se antoja cómplice a la hora de reunirse al calor de sus bares y de sus murallas para hablar sobre literatura y deshojar toda clase de anécdotas en torno a la traducción: conocer por ejemplo que ciertos traductores se sienten poseídos por los autores con cuyos textos trabajan, a la manera de los actores a quienes les cuesta despojarse del personaje al que han prestado sus gestos y su voz. Traducir es también interpretar, es actuar, es crear. Traducir es divulgar la cultura que de otro modo resultaría inaccesible. Tras muchos años dedicado a la creación literaria, pero con apenas dos traducciones a mis espaldas (el ensayo The Steampunk Bible y la biografía Amor y saludos revolucionarios), he comprobado que traducir es también crear, es enseñar a hablar a un texto en otra lengua, es algo así como enseñar a un niño a pensar en otro idioma.

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