martes, 16 de noviembre de 2010

Facebook me

En una de las escenas principales de la interesante La red social, dirigida como sabéis por David Fincher, el creador del caralibro y su (traicionado luego) socio asisten ufanos a una exclusiva fiesta universitaria. Allí son abordados por dos chicas neumáticas que expresan su admiración por el invento (por Facebook, quiero decir) y se citan con ellos diciendo: "Facebook me". El altamente traicionable socio se maravilla por partida doble: de repente hasta los informáticos tienen groupies y, lo que es más significativo, su creación ya se ha incorporado al lenguaje de la universidad. Facebook me.

Me pregunto si, además de merecer un nuevo verbo en el tan flexible idioma anglosajón, Facebook está cambiando realmente la forma de relacionarnos. Me inclino a pensar que sí. Principalmente porque la mayor parte de sus contenidos escapan (está previsto que escapen) al control de los usuarios. Es fácil: añado a alguien que apenas conozco, una amiga de un amigo, y ese alguien se acaba enterando de mis gustos y actividades mejor incluso que quien pueda verme casi a diario. Y viceversa. Cosa que no ocurre con otros medios electrónicos más "privados" como el email o incluso un blog, donde puedes subir reflexiones o fotos de tus viajes, pero no una constante relación de lo que haces, lo que escuchas, lo que lees... en fin, de (casi) todo.

¿Tiene esto sentido? ¿Nos pondríamos en un bar o en una clase a proclamar a los cuatros vientos a qué concierto voy a ir mañana y con quién, a qué "chica neumática" acabo de levantarme (suspiro), cómo me siento después de quedarme sin trabajo? Por supuesto que no. La cosa puede llegar hasta extremos ridículos, como aquellos tipos despedidos por criticar a su jefe cuando su jefe figuraba en su lista de amigos (de amigos imaginarios, diría yo) o, más recientemente, esos militantes expulsados de UPyD porque expresaron en el caralibro su simpatía por otros partidos como PP y Frente Nacional (qué ejemplo de moderación, estos militantes).

En Facebook es evidente que "el medio hace el mensaje", como descubrimos en los lejanos tiempos de la facultad de Biblioteconomía, y que nos comportamos ingenua y absurdamente sin tener en cuenta que estamos en medio de una gran comunidad de cotillas. Por cierto, voy ahora mismo a enlazar esto al caralibro para que me lea más gente. Facebook me.

4 comentarios:

  1. Definitivamente soy un romántico (por lo tanto, un provinciano ;-D). Tengo perfil en el Facebook, pero a penas utilizo la dichosa paginita. Y todo por una sencilla razón: aún creo que existe una frontera entre lo público y lo privado. Sí, sé que es un anacronismo. Metedme en las mazmorras de lo carca junto a los gorritos de Ratzinger, las mesas-camilla y los libros de papel...

    En serio, creo que se puede ser contemporáneo sin exponer tus intimidades cada minuto a los cuatro vientos. Se puede ser actual sin hacer pronografía emocional ante un público de miles de espectadores pendientes de la última ocurrencia de cualquiera.

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  2. Javi, me encanta cómo te fustigas... Una actitud muy cristiana, por cierto.

    Lo curioso es que Facebook funciona, y acaba atrayendo incluso a sesudos intelectuales como (ejem) nosotros. Algo tiene, algo que conecta con una necesidad visceral muy extendida, a la que aún no sabría poner nombre. Quizá sea, poniéndonos cursis, la búsqueda de una cierta calidez humana, siquiera mediada por el medio (valga la...). Quizá, la de sentirse "conectado" (y nunca mejor dicho), integrado en tu tiempo, parte de algo más grande que tú mismo. Si el tributo a pagar por ello es la obligación de ser frívolo, ¡¡firvolícese!! De hecho, como todos descubrimos, acaba siendo más fácil de lo pensado...

    Interesante entrada. Por cierto, da que pensar en todo aquel tiempo que gastamos en nuestros -compartidos- años mozos parloteando incansablemente sobre "el enemigo": qué forma tomaría, cómo afectaría al grueso de la población civil, y cómo nosotros, héroes anónimos, lucharíamos contra sus tentáculos informatizados... Es delicioso recordarlo, ¿no?

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  3. Esto quiero decir que somos parte del enemigo, supongo. A lo sumo, como Neo en Matrix, somos parte de la cuota de rebeldía que el sistema permite, condescendiente, para tenerlo todo bajo control.
    ¡Muerte al programador Mark Zuckerberg! (bueno no, que nos quedamos sin juguete)

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  4. Lo peor es que a los que no tenemos cuenta en Facebook ya empiezan a vernos como bichos raros. No tengo Facebook, no tengo amigos.

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