viernes, 15 de noviembre de 2019

Viaje a la Tierra Media


La vuelta a París, la ciudad de las librerías, me ha servido para visitar la exposición Tolkien: Viaje a la Tierra Media, en la Biblioteca Nacional francesa. Recorrer esta exposición supone un auténtico viaje a la obra de Tolkien, es decir, a la Tierra Media: se trata sobre todo de sentirse inmerso en el mundo de fantasía creado por el autor, además de comprender la pasión y el esfuerzo invertidos para lograr, como asegura el periódico británico The Guardian, “que un solo hombre, en poco más de medio siglo de trabajo, haya llegado a convertirse en el equivalente creativo de todo un pueblo”.

No fue nada fácil llegar hasta allí  para este viajero despistado y su pareja, tras atravesar la gran ciudad como quienes intentan superar las cumbres de las Montañas Nubladas, para llegar al fin a la sede de la Biblioteca Nacional: un conjunto de enormes edificios que aprisionan un pequeño bosque en su centro, un lugar que enervaría a Bárbol y no sería del agrado del profesor Tolkien. Así es la modernidad bajo el diseño de aprendices de Saruman, gente con “mente de metal y ruedas, que ya no cuida las cosas que crecen”.

Sin embargo, el molesto exterior da paso a una extensa biblioteca que alberga una colección apasionante: grandes tapices que replican dibujos originales de Tolkien, muchos de sus manuscritos, mapas por doquier, una reproducción de un Palantir y otra de las Puertas de Moria, las páginas del Libro de Mazarbul quemadas por la pipa del propio Tolkien, su voz leyendo pasajes de El Señor de los Anillos como si recitase versos en inglés antiguo… todo ello distribuido en 15 salas dedicadas a los pueblos, territorios y lenguas de su invención. Salas que aquel frío jueves de noviembre estaban llenas de visitantes, de numerosos miembros de esa Comunidad del Anillo que lejos de extinguirse se consolida con el paso de los años.

En la Tierra Media, como ocurre en ciertas librerías y bibliotecas, como en la mítica biblioteca-laberinto de Borges, se esconde la posibilidad del conocimiento e indagación inagotables. Esa es mi sensación cuando leo a Tolkien, recorro una exposición así o recreo su mundo a través de los juegos basados en su obra: la inmersión es potencialmente infinita, y nunca podré saberlo todo acerca de la Tierra Media. Tampoco quisiera, en verdad, puesto que perdería la capacidad de seguir asombrándome y asomándome a este maravilloso universo poblado por elfos, enanos y hobbits. Después de aquella ya lejana estancia en Oxford, en compañía de viejas amistades, una vez más vuelvo a la Tierra Media. Porque todo viaje, ya sea vital o literario, es la “historia de una ida y una vuelta”.

2 comentarios:

  1. Siempre es bueno volver a donde somos felices, ya sea un territorio interior o exterior, real o ficticio. En la Tierra Media siempre nos encontraremos. Comparto tu entrada en mi muro de Facebook.

    ResponderEliminar