Cuando a uno le entusiasma algo, especialmente si se trata de
un producto cultural, tiende a querer saberlo todo al respecto: anécdotas de
rodaje, cambios de guión o de protagonista, ese podcast de unos cuantos locos que comentan hasta el más pequeño de
los pormenores… Aunque la creación de un libro suele ser opaca y reducirse al
escritor sentado en soledad frente al teclado, en el caso de Aniversario me vais a permitir que
adorne estos días de espera hasta que el libro salga de imprenta con su making of.
Un buen amigo que responde a las iniciales HST me cedió la
idea años atrás: he escuchado en la radio que la actriz Ingrid Bergman murió en
el 67º aniversario de su nacimiento, qué te parece escribir sobre un mundo en
el cual la gente fallece en el día de su cumpleaños. En una terraza de bar que
ya no existe, junto a una tienda de juegos que aún resiste, discutimos cómo abordar
una idea que desde el primer momento me pareció rompedora, hasta el punto de
llevarme a abandonar el proyecto literario que tenía entonces entre manos. Ya
no recuerdo si fue en esa misma conversación cuando decidí que un conjunto de
relatos me daba más libertad que una novela para abordar el asunto desde distintos
géneros y perspectivas, desde diferentes lugares y épocas, pero así lo hice en
cuanto puse manos a la obra. Y el resultado, con ese nexo en común tan fuerte,
tan de Saramago como me decía otro amigo recientemente, se me antoja de una
cohesión mayor que la simple suma de relatos: es más bien una novela coral.
Siempre he dicho que envidio a los músicos y a los cineastas,
porque sus obras son por norma colectivas, nacen de la mezcla y colaboración
entre un equipo más o menos numeroso de artistas, mientras que los escritores
tenemos que conformarnos con compartir ideas o consejos fuera de la creación literaria, nunca durante el propio proceso de
escritura. También en el caso de Aniversario
me he visto finalmente solo ante el teclado, pero todavía me sorprende
pensar que, sin aquella conversación madrileña de hace algunos años, sin el
préstamo desinteresado de un amigo, yo no habría escrito este libro. No man is an island, “ningún hombre es
una isla”, ya lo decía el genial John Donne.
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