Por qué no, hablemos de baloncesto. Podríamos comenzar por el verano de 1984, final olímpica, USA-España. Sólo recuerdo que estaba en el chalet de mis primos, que dormía y me despertaron de madrugada para el partido, que salí del sueño para vivir un sueño: lo de menos fue la paliza que recibimos, o no saber ya si llegué a ver la semifinal contra Yugoslavia, ni tener grabada la imagen de Jordan defendiendo a Iturriaga más que viéndola en fotografía muchos años después.

Madrid, diciembre de 2011. Por extrañas circunstancias, un destacamento de la mejor liga del mundo ha desembarcado en Europa, pero el sueño se acaba. No podemos permitir que Rudy e Ibaka regresen a la NBA sin ir a verles al Palacio de los Deportes. El Real Madrid-Valencia se convierte en una fiesta, en showtime, y todo sale según el guión: no hay nada como celebrar la pasión por el basket al abrigo de las risas y la conversación con viejos y nuevos amigos. Aunque sólo sea por un día, volvemos a sentirnos cerca de las estrellas. Por el camino los sueños han dejado de estar intactos pero todavía no se han quebrado: tras la temporada 2010/2011 este alero-raza-blanca-tirador acabó con las rodillas destrozadas y 8’5 puntos de media por partido, se siente joven y viejo, ni siquiera sabe si volverá a jugar una liga, la única certeza que le queda es que sigue amando este deporte y que en determinados escasos momentos, como decía Andrés Montes, la vida puede ser maravillosa.
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Conmovedor, nen. Raras veces escribes tan sincero, sin imposturas. Me gusta la semblanza del niño crédulo, como dices, y del adulto escéptico que, quizá, se (re)encuentra con aquél merced al deporte de la canasta.
ResponderEliminarSiempre habrá una temporada más...