domingo, 11 de noviembre de 2012

Animal de primavera


Sostiene un amigo que hay dos tipos de escritores: quienes escriben con mapa, cartógrafos de la narrativa que tienen muy claro los puntos de partida y de llegada, más los ríos y afluentes que se encontrarán por el camino, más los barcos que cruzan esas aguas, más las personas que navegan a bordo de tales barcos, más...; y quienes escriben con brújula, aventureros de las letras que saben a dónde quieren llegar pero dejan que el camino los sorprenda y los coloque frente a peligros con los que no contaban al comenzar su andadura, siempre que puedan orientarse de vuelta a la senda trazada gracias a las breves notas tomadas de antemano.

Este amigo también sostiene que yo no uso siquiera brújula; mapa tampoco, por descontado, tan caótico como soy en mis avatares literarios. Es posible, aunque prefiero decirme que soy de la estirpe de los aventureros, lo que ocurre es que a veces me dejo la brújula olvidada en el camarote. Tiene sus ventajas, no se crean: hace poco otro amigo me proporcionó una excelsa idea en cuyo desarrollo ando enfrascado con la escasa voluntad cartográfica que me caracteriza. Así que ando a la búsqueda de inspiración, incorporando retazos de historias, dejándome llevar por elementos tomados de aquí y de allá, como una especie de entomólogo armado con su proverbial cazamariposas.

Con frecuencia, buena parte del disfrute de la escritura se alcanza al comprobar cómo unas piezas encajan con otras aparentemente dispersas. Estoy inmerso en un relato cuya brújula se limita a señalar que requiere de un personaje anciano, concretamente una mujer que se hubiera dedicado, entre otras cosas, a la poesía. En esto me viene a la memoria la figura de Solita Salinas, sobre cuyo archivo personal y el de su marido, Juan Marichal, trabajé en la Residencia de Estudiantes. Solita, además de hija del insigne Pedro Salinas, fue profesora de Literatura en Estados Unidos, especialista en la generación del 27, y escribía poemas que nunca quiso publicar. De repente todo encaja: dejarme inspirar por este personaje histórico pone en marcha el mecanismo que completa el relato. Eureka.

No puedo contar mucho más, salvo que la cadena de hallazgos me ha llevado a un poema de la propia Solita, que pone un poco de añorada alegría en este gris y gélido mes de noviembre. Lo supongo inédito, espero no moleste a nadie que me tome la libertad de transcribirlo aquí:

ANIMAL DE PRIMAVERA
Y es en su piel
cargada de recuerdos,
que se esconde
el más fabuloso
de todos los seres de esta tierra.
Las escamas verdiazules
se combinan
con las plumas púrpuras.
Las manos
son de puma
y el aliento de garza.
Su mirada lleva dentro
la oscuridad de una laguna
profunda y en silencio.
Y tal vez sea por eso
que no tiene nombre,
y la gente al verlo pasar,
sólo lo llama:
animal de primavera.

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2 comentarios:

  1. Tu proverbial vampirismo literario, asumido (al menos) con honestidad... Algún día el azar te dará de lado, dejarás de tener esos encuentros afortunados, y tendrás que empezar a currar en serio... ;P

    Nos debemos mutuamente un taller...

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  2. "Me tomaré lo del vampirismo como un cumplido", dijo Emm, algo nerviosa al verse sometida al escrutinio del letraherido.

    ;P

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