viernes, 29 de enero de 2021

Crónicas de Tusitala, II

"Los libros son el cuerpo de las palabras"
Irene Vallejo

 
Mi primo Alexis también regenta una librería. Está en Arrecife, en las Islas Canarias. No hemos conseguido todavía visitar la librería del otro, pero de alguna manera están interconectadas, por parentesco y por causalidades literarias como la que ocupa esta crónica. La librería de Alexis se llama La madriguera y es de viejo, o de lance, y como tal tiene la suerte de contar con hallazgos literarios, casi arqueológicos, entre sus estanterías. El más reciente de ellos es una traducción al inglés de La odisea de Homero, en edición de Bernard Knox, gran especialista en cultura clásica y miembro de las Brigadas Internacionales que acudieron a España en auxilio de la República. Mi primo parece gozar de una memoria superlativa, como la de aquel personaje de Borges llamado Funes el memorioso: recordaba que el diario El País publicó, allá por el lejano año 2010, el obituario que escribí sobre Knox, y por ese motivo me comunicaba que esta edición de La odisea, perteneciente a la colección de un periodista sueco, se encontraba ahora en su librería.

El mismo día que mi primo me hacía partícipe del descubrimiento, y prometía generosamente enviármelo, Irene Vallejo presentaba mediante diálogo online con la periodista Pilar del Río la traducción portuguesa de su célebre El infinito en un junco, ese “ensayo de aventuras”, como lo califica la propia autora, que se ha convertido en un éxito mayúsculo y en una gozosa exaltación del libro y de la lectura. Pude asistir a la presentación gracias al aviso de mi primo librero y, además de disfrutar del entusiasmo y de la encantadora voz de Irene Vallejo, constaté enseguida que este cruce de caminos literarios merecía una buena crónica: Irene Vallejo confiesa que se enamoró de Homero gracias a que, de niña, escuchaba La odisea contada por su padre; Bernard Knox emprendió su propia odisea contra el fascismo y, según sus palabras, dejó su corazón en España; ambos autores se encuentran unidos en su pasión por los clásicos grecolatinos, y sus libros se cruzarán en esta trastienda inexistente, acaso infinita, que comunica Badajoz con Arrecife, Tusitala con La madriguera.

Postdata: según escribo estas líneas ha entrado en Tusitala una lectora preguntando, precisamente, por El infinito en un junco. Pura causalidad literaria. 

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2 comentarios:

  1. Es un enorme placer leer estas crónicas. Son, ellas también, una magnífica invitación a la lectura y al maravilloso mundo de los libros.

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  2. Julia
    Esta crónica abre al apetito a la lectura,junto con la sensación del tacto de los libros.
    El entrar en Tusitala, pasas al mundo maravilloso de los libros, el placer y asesoramiento de su librero,te invita a la lectura

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