domingo, 25 de abril de 2021

Yo también estoy amenazado de muerte

  


    Los acosadores siempre tratan de culpabilizar a la víctima. Lo vemos en la actividad terrorista, en la violencia contra las mujeres, en la persecución de personajes públicos. Lo contrario a formar parte del acoso es solidarizarse con las víctimas

No he recibido esta semana una carta con amenazas de muerte sazonadas con balas de armamento militar, no soy tan importante como el Ministro de Interior, la Directora de la Guardia Civil y el candidato por Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid. Pero sin duda me doy por aludido por estas palabras escritas a finales del año pasado por el General retirado Francisco Beca: "no queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta". En una población como la española, de 47 millones de habitantes, me consuela saber que para este patriota de pensamiento genocida los demócratas somos más de la mitad. Hasta que nos fusilen, claro.

De manera que sí, me siento amenazado de muerte, junto a 25.999.999 españoles más, por las palabras del señor Francisco Beca, secundadas por otros altos mandos militares jubilados y por el partido político Vox. Pero no haría falta saberme interpelado por ellas para solidarizarme abiertamente, a través de mi modesto blog, con los destinatarios de las cartas con balas. Especialmente con uno de ellos, Pablo Iglesias, no porque las amenazas de muerte dirigidas contra el Ministro de Interior y la responsable de la Guardia Civil me parezcan menos relevantes (en todo caso sería al contrario, ya que el contenido de esas dos cartas insinúa también la amenaza de un golpe de Estado), sino porque contra Pablo Iglesias existe desde hace tiempo una campaña de acoso constante y descarado; un clima de odio que propicia que tanto él como su familia sea hostigada y amenazada de muerte con regularidad, y que tal vez conduzca a la aparición de su cuerpo ensangrentado y molido a golpes, o con un limpio tiro en la nuca, a la manera de ETA.

Los acosadores siempre tratan de culpabilizar a la víctima. Lo vemos en la actividad terrorista, en la violencia contra las mujeres, en la persecución de personajes públicos. Lo contrario a formar parte del acoso es solidarizarse con las víctimas. Entre los acosadores se cuentan, inequívocamente, los dirigentes del partido de ultraderecha Vox, una de las cuales, Rocío Monasterio, se comportó como una acosadora de manual durante el debate electoral organizado el viernes por la Cadena SER: después de negarse a condenar las amenazas de muerte y dudar de su autenticidad, insultó a la víctima hasta que ésta abandonó el debate.

Recordemos que otros miembros de Vox participan en el asedio continuado al hogar de Pablo Iglesias, donde viven 3 niños de corta edad, sus hijos. Este acoso se lleva produciendo desde hace más de un año, incluso se trasladó por vacaciones al lugar donde las víctimas decidieron tratar de pasar el verano. Acosadores son también, dicho sea de paso, quienes comparan este acoso domiciliario con el escrache sufrido en su día por la entonces Vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría: comparar una protesta, enmarcada dentro de las reivindicaciones por el derecho a una vivienda digna, que duró unos minutos y se produjo en una sola ocasión, con el acoso sostenido durante meses y meses sin más objeto que el acoso en sí, es de una mezquindad abrumadora.

Recordemos también la pertinaz persecución que Pablo Iglesias sufre a manos de buena parte de la prensa. Contra él y contra su formación política se vierten mentiras a diario, algunas de ellas fabricadas por una especie de Gestapo a la española, una unidad policial clandestina encargada de lindezas tales como secuestrar a la mujer de Luis Bárcenas y fabricar pruebas falsas contra enemigos políticos. La creación de esta vanguardia de las cloacas se atribuye a Jorge Fernández Díaz, Ministro de Interior nombrado por M. Rajoy, que en la actualidad está siendo procesado como presunto responsable de la inmundicia. Las noticias falaces se suministraban a diversos medios, con especial preferencia por OKdiario, un digital cuyo director, Eduardo Inda, ha sido condenado varias veces por difundir informaciones falsas pero sigue siendo invitado a tertulias televisivas de gran audiencia. Este acoso no es ni mucho menos cosa de un solo medio aislado: ayer mismo, el diario El Mundo culpabilizaba en su editorial a Pablo Iglesias de la violencia ejercida contra él. Después de haber recibido, repito, una carta con cuatro balas: una para él, otra para su pareja, dos para sus padres.

Recordemos, cómo olvidarlo, que el año pasado un exmilitar se grabó disparando en una galería de tiro contra dianas con las efigies del Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, del entonces Vicepresidente Pablo Iglesias, de los ministros Irene Montero y Grande-Marlaska, y del portavoz de Podemos, el científico Pablo Echenique. Las diligencias por delito de odio contra el autor del fusilamiento simulado fueron archivadas. Recordemos, suma y sigue, que uno de los empleados de OKdiario está acusado de acosar a los hijos de Pablo Iglesias y a su cuidadora. La Fiscalía pide un año de prisión para el supuesto periodista.

Recordemos, vamos para bingo, a quienes se convierten en cómplices de la violencia y el acoso, justificándolo o intentando equiparar a víctimas con verdugos. La candidata a la Comunidad de Madrid por el PP, así como el candidato de Ciudadanos, continúan la campaña electoral sosteniendo que los extremos son iguales, que Vox y Podemos son más o menos lo mismo, pasando por alto una diferencia abismal: racismo, odio, machismo y homofobia están en el centro del discurso de Vox; en el de Podemos, la igualdad y los Derechos Humanos. Cada vez que escucho este tipo de comparaciones, en boca de tertulianos y dirigentes políticos pero también de amigos y conocidos, me estremezco.

Recordemos, por descontado, a quienes callan. La noticia de las amenazas de muerte por correspondencia no ocupó la portada de la edición impresa de ningún periódico de tirada nacional. Una de las cartas, insisto en su gravedad, otorga al Ministro Grande-Marlaska un plazo de diez días para dimitir, o será fusilado. Otro que se cuenta entre los 26 millones de hijos de puta. Callan quienes pusieron el grito en el cielo cuando una de las víctimas se compró un chalet, pero no se escandalizan por el acoso a ese chalet, ni por las amenazas de muerte. Callan también quienes quitan importancia a los hechos, quienes miran para otro lado o piensan que estas  cosas de la política no van con ellos. En mi opinión, es la democracia la que está en juego, y ya vamos con retraso para defenderla.

Recordemos, y ya termino, a don Miguel de Unamuno. Después de enfrentarse a los fascistas en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca y confrontar con su serenidad de intelectual audaz el discurso de uno de sus máximos líderes, Millán Astray, recibió varias amenazas de muerte en su domicilio, por carta, durante los días siguientes. Finalmente, tal y como sostienen las investigaciones sobre su muerte recogidas en el reciente documental Palabras para un fin del mundo, todo apunta a que fue asesinado por los golpistas. Siguió una larga y cruel dictadura de 40 años.

Por suerte, hay ya muchos que han captado el mensaje, que se solidarizan con las víctimas, que se sienten también amenazados. En boca de las más conocidas periodistas de la Cadena SER, en los actos electorales del PSOE y de Más Madrid se habla nítidamente de escoger entre fascismo o democracia. Por lo que más queremos, que en abstracto yo diría que es nuestro sistema de libertades, que en lo concreto son nuestros seres queridos, ya saben, al menos 26 millones de españoles: no permitamos que la Historia se repita.

 

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