La vuelta a París, la ciudad de las librerías, me ha servido
para visitar la exposición Tolkien: Viaje
a la Tierra Media, en la Biblioteca Nacional francesa. Recorrer esta
exposición supone un auténtico viaje a la obra de Tolkien, es decir, a la
Tierra Media: se trata sobre todo de sentirse inmerso en el mundo de fantasía
creado por el autor, además de comprender la pasión y el esfuerzo invertidos
para lograr, como asegura el periódico británico The Guardian, “que un solo hombre, en poco más de medio siglo de
trabajo, haya llegado a convertirse en el equivalente creativo de todo un
pueblo”.
No fue nada fácil llegar hasta allí para este viajero despistado y su pareja, tras
atravesar la gran ciudad como quienes intentan superar las cumbres de las
Montañas Nubladas, para llegar al fin a la sede de la Biblioteca Nacional: un
conjunto de enormes edificios que aprisionan un pequeño bosque en su centro, un
lugar que enervaría a Bárbol y no sería del agrado del profesor Tolkien. Así es
la modernidad bajo el diseño de aprendices de Saruman, gente con “mente de metal
y ruedas, que ya no cuida las cosas que crecen”.
Sin embargo, el molesto exterior da paso a una extensa
biblioteca que alberga una colección apasionante: grandes tapices que replican
dibujos originales de Tolkien, muchos de sus manuscritos, mapas por doquier, una
reproducción de un Palantir y otra de las Puertas de Moria, las páginas del
Libro de Mazarbul quemadas por la pipa del propio Tolkien, su voz leyendo
pasajes de El Señor de los Anillos como
si recitase versos en inglés antiguo… todo ello distribuido en 15 salas dedicadas
a los pueblos, territorios y lenguas de su invención. Salas que aquel frío
jueves de noviembre estaban llenas de visitantes, de numerosos miembros de esa
Comunidad del Anillo que lejos de extinguirse se consolida con el paso de los
años.
En la Tierra Media, como ocurre en ciertas librerías y
bibliotecas, como en la mítica biblioteca-laberinto de Borges, se esconde la
posibilidad del conocimiento e indagación inagotables. Esa es mi sensación
cuando leo a Tolkien, recorro una exposición así o recreo su mundo a través de
los juegos basados en su obra: la inmersión es potencialmente infinita, y nunca
podré saberlo todo acerca de la Tierra Media. Tampoco quisiera, en verdad, puesto
que perdería la capacidad de seguir asombrándome y asomándome a este maravilloso universo
poblado por elfos, enanos y hobbits. Después de aquella ya lejana estancia en
Oxford, en compañía de viejas amistades, una vez más vuelvo a la Tierra Media.
Porque todo viaje, ya sea vital o literario, es la “historia de una ida y una
vuelta”.
Siempre es bueno volver a donde somos felices, ya sea un territorio interior o exterior, real o ficticio. En la Tierra Media siempre nos encontraremos. Comparto tu entrada en mi muro de Facebook.
ResponderEliminarMuy agradecido, como siempre :)
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