Foto: diario La Vanguardia |
1. Me sobran los motivos
Me sobran los motivos para escribir un diario en estas circunstancias: soy escritor y librero, pero no puedo ejercer de librero. Encontrar unos minutos de respiro cada día para pensar en lo que nos está pasando y ponerlo en palabras es para mí un ejercicio de servicio público. En lo individual y en lo comunitario, necesitamos explicarnos, dar sentido a tantas horas de encierro, comunicarnos, poner a disposición de los demás nuestras habilidades. Si la lectura de este dietario te ocupa cinco minutos al día y te ayuda a reflexionar sobre tus propios motivos, me daré por satisfecho. Vamos a ir a entrada por día hasta la derrota final del virus, o hasta que acabe el confinamiento, ya veremos. Bienvenidas a bordo.
2. Un domingo cualquiera
Tengo una niña pequeña que no
puede salir de casa. Hoy está con sus abuelos maternos, que se marcharán esta
tarde y no podrán volver a verla hasta que termine el encierro. Nos hemos
puesto a reubicar muebles para que Hilda tenga más espacio para jugar. Taladro,
aspiradora, trapos, armarios. Llamadas telefónicas a mi madre y a mi abuela. Es
un domingo cualquiera. Mientras desayunaba como de costumbre, leyendo la prensa
digital, me encontré con este artículo de Gerardo Tecé, a quien le tomo prestada la cita: Al Pacino
interpreta a un entrenador de fútbol americano que, tratando de motivar a sus
jugadores, les espeta: “o sanamos como equipo o morimos como individuos”. La
película se titula Un domingo cualquiera.
3. Estado de alarma
Admito que los poderes del Estado,
cuando están bien empleados, me producen una cierta fascinación. Ante el horror
en los hipermercados y la desbandada de madrileños y vascos a las playas,
necesitábamos un presidente tranquilo que nos recuerde cuáles son nuestros
deberes cívicos para contener la pandemia. Quizá aprendamos de la experiencia.
Quizá pasado mañana actuemos con la misma responsabilidad para contener el
cambio climático, la pobreza o el hambre. Para eso habría que conceder la misma
importancia a tales asuntos que al virus, y que los medios hablaran de ellos
continuamente, y que otra vez el Estado impusiera el sentido común al común de
los mortales. Sin salirse de los límites de la Constitución, otro mundo es
posible. Qué le voy a hacer, soy fan del artículo 128: “Toda
la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad
está subordinada al interés general”.
4. Aplausos
Ayer la jornada llegaba a su fin
con altas dosis de zozobra e incertidumbre. Van a seguir muriendo personas víctimas
del virus, otras se pueden arruinar, la mayoría apenas vamos a salir a la calle
en un mínimo de dos semanas. Estábamos encajando todavía el golpe del mensaje
presidencial cuando empezaron a oírse los aplausos.
Salimos a la terraza llevados por un viento de
ilusión, estaba ocurriendo algo mágico en mitad de la tragedia: de
repente
descubro que tengo vecinos, que la ciudad también puede ser un espacio
de
solidaridad. Mi pareja, que es médica, no pudo salir a recibir el
aplauso
porque estaba acostando a la niña: no importa, esta noche aplaudiremos
de nuevo. España volverá a salir a ventanas, balcones y azoteas
para agradecer al personal sanitario el enorme esfuerzo que están
realizando para
sanarnos como equipo. Estamos en sus manos, y les damos las gracias con
nuestras manos. Como decía Eduardo Galeano, “tenemos las manos vacías,
pero las
manos son nuestras”.
Gracias por compartir tus experiencias con nosotros. Un abrazo
ResponderEliminarGenial idea, me ha encantado
ResponderEliminarGracias por leerme! :-)
ResponderEliminarQué conste qué ya empecé chamaco, ánimo y buenas vibras
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