¿Es aquí donde se sirven cafés imaginarios, verdad? Póngame uno, por favor, y déjeme que le cuente algo... Yo soy, cómo decirlo… un cliente fijo. Vengo visitando el Terral desde hace largo tiempo. Sí, ya sé que aún no ha abierto, pero en cierto modo es como si hubiera existido siempre. En algún sitio tenemos que dejarnos caer después de cada proyección, ¿no le parece? De manera que, como le decía... venimos aquí unas cuantas veces al año, tantas como se acuerdan de nosotros los amigos de la filmoteca. ¿Qué quiénes somos? Pues Buñuel, Wilder y Welles son los más asiduos, los más juerguistas, y también Woody que nos ameniza las veladas con su clarinete, y luego tenemos a ese impertinente de Tarantino, que siempre parece estar tramando algo. Tenga cuidado con él, suele reunirse con sus compinches en el sótano y… ¿Ah sí? ¿Piensan dedicar el sótano a la imaginación, a los cuentos y a las tertulias y a los talleres? Magnífica idea. No sabe cuánto lo celebro: el Terral al fin será algo más que un sueño. Diablos, este café está delicioso. Tendré que venir más a menudo. Ahora le ruego que me disculpe, va a empezar la función y no querrá que me quede de este lado de la pantalla, no estaría bien. El placer ha sido mío, señorita, es usted encantadora. Desde luego que volveremos a vernos. Se lo diré a los muchachos, y aquí estaremos para brindar por usted y su Terral. Hasta la vista…
Ilustración de Isa Montero
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