lunes, 13 de octubre de 2014

Todos a tomar por culo (a la manera de Pérez-Reverte, II)



Aquí el abajo firmante hace ya tres años largos que lo advirtió: me cago en los políticos. Como era de suponer, me llovieron hostias consagradas y tajos de alfanje. El buzón a rebosar de invectivas, y tres o cuatros académicos afeándome la conducta. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma, que dijo el poeta. Todo lo que podía ir a peor ha ido a peor: los tesoreros hacen lo que saben, atesorar dinero negro; el padre de la patria catalana le ha robado la honra hasta a su puta madre; la monarquía está hecha unos zorros, valga el símil cinegético; los banqueros mangan con una mano y piden que se les rescate con la otra; los paraísos fiscales merecen ser bombardeados con la misma saña que el estado islámico de los cojones; el pasado era un país extranjero donde todo iba de miedo, ahora ya ni eso. 

Mientras tanto, los políticos de mierda a lo suyo, siempre a lo suyo. De unas elecciones municipales a las siguientes, y tiro porque me toca el talonario de cheques. Pero cuidado, que los presuntos meapilas filoterroristas de las asambleas y del porrete se han organizado, haciéndose fuertes en torno al mesías de la coleta. Yo no soy como mi amigo Javier Marías, que odia a los hombres de pelo trenzado y con gusto les rebanaría sus partes colgantes, pese a lo cual debo decir que el adminículo capilar y la pose desafiante le dan al podemólogo este un cierto aspecto de torero con mando en plaza, de verbo y estoque fáciles. Objeciones estéticas aparte, el tipo apunta con la precisión de un francotirador. Sólo le falta repartir armas al pueblo, y ya la tenemos otra vez liada.


Y sin embargo, qué quieren que les diga. Cuando uno se desayuna a diario frente al careto de un corrupto de tarjeta opaca, de una ministra letal que bien merece ser sacrificada, de un presidente tan gallego que si nos dijera la verdad nos mentiría, de un guaperas que lo mejor que sabe hacer es mirarse al espejo mientras canta La Internacional con voz de falsete, de un mafioso fabril con las gafas más negras que su conciencia, de un exministro que venía del centro y ha resultado ser como el aborto de la gallina… A mí cuando se me atraganta el desayuno me pongo de muy mal café, valga la redundancia. Para desahogarse, las almas simples van al gimnasio: yo me dedico a montar la Beretta en menos de veinte segundos, como me enseñó un maestro bosnio de quien ya he hablado en esta página. Era un hombre bueno en medio de una guerra. Dio la vida para salvar a sus alumnos. Las guerras sacan lo mejor y lo peor de cada casa. Así que ya saben, vayan ustedes preparándose. Por si hay que mandarlos a todos a tomar por culo.