sábado, 4 de febrero de 2017

Cómo se hizo Aniversario


Cuando a uno le entusiasma algo, especialmente si se trata de un producto cultural, tiende a querer saberlo todo al respecto: anécdotas de rodaje, cambios de guión o de protagonista, ese podcast de unos cuantos locos que comentan hasta el más pequeño de los pormenores… Aunque la creación de un libro suele ser opaca y reducirse al escritor sentado en soledad frente al teclado, en el caso de Aniversario me vais a permitir que adorne estos días de espera hasta que el libro salga de imprenta con su making of.

Un buen amigo que responde a las iniciales HST me cedió la idea años atrás: he escuchado en la radio que la actriz Ingrid Bergman murió en el 67º aniversario de su nacimiento, qué te parece escribir sobre un mundo en el cual la gente fallece en el día de su cumpleaños. En una terraza de bar que ya no existe, junto a una tienda de juegos que aún resiste, discutimos cómo abordar una idea que desde el primer momento me pareció rompedora, hasta el punto de llevarme a abandonar el proyecto literario que tenía entonces entre manos. Ya no recuerdo si fue en esa misma conversación cuando decidí que un conjunto de relatos me daba más libertad que una novela para abordar el asunto desde distintos géneros y perspectivas, desde diferentes lugares y épocas, pero así lo hice en cuanto puse manos a la obra. Y el resultado, con ese nexo en común tan fuerte, tan de Saramago como me decía otro amigo recientemente, se me antoja de una cohesión mayor que la simple suma de relatos: es más bien una novela coral.  

Siempre he dicho que envidio a los músicos y a los cineastas, porque sus obras son por norma colectivas, nacen de la mezcla y colaboración entre un equipo más o menos numeroso de artistas, mientras que los escritores tenemos que conformarnos con compartir ideas o consejos fuera de la creación literaria, nunca durante el propio proceso de escritura. También en el caso de Aniversario me he visto finalmente solo ante el teclado, pero todavía me sorprende pensar que, sin aquella conversación madrileña de hace algunos años, sin el préstamo desinteresado de un amigo, yo no habría escrito este libro. No man is an island, “ningún hombre es una isla”, ya lo decía el genial John Donne.

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