miércoles, 12 de octubre de 2011

Let us rise (sobre estatuas y levantamientos)


Si uno pasea por O’Connell Street, la calle más emblemática del centro de Dublín, encontrará a su paso numerosas tiendas de permanentes rebajas, locales de comida rápida, y un spire o monolito de acero (que costó nada más que cuatro millones de euros) cuya única utilidad es la de servir como meeting point para locales y extranjeros. Todos ellos monumentos al capitalismo y sus derroches, si se quiere. Pero al lado del puntiagudo spire existe una estatua de un hombre con los brazos abiertos, en actitud declamatoria. Si uno se acerca lo suficiente y la lluvia y los turistas se lo permiten, comprobará que representa a un tal Jim Larkin, líder sindical de principios del siglo veinte. Y es que se trata de una calle llena de historia para quien desee buscarla y confrontarla con el presente rápido y de saldo: la imponente oficina del servicio postal fue escenario de los combates de aquel lejano Easter Rising de 1916, el “levantamiento de Pascua” que inició el final del largo camino de los irlandeses hacia su independencia. Al fondo de O’Connell, no muy lejos de la casa de James Joyce, no muy lejos tampoco del estudio de Francis Bacon, hay otra estatua, dedicada a Charles Stewart Parnell, brillante político irlandés del diecinueve. Y si de estatuas se trata, cómo no mencionar la del propio James Joyce, escondida a pie de calle entre los turistas, hermanada al antojo de mi recuerdo con la del lisboeta Fernando Pessoa, tanto que se diría que son la misma (o la de alguno de sus heterónimos). Volviendo a la de James Larkin, si uno se acerca un poco más, desafiando ya toda lógica turística, verá una inscripción, una frase inolvidable, tal vez la mejor herencia de un James Larkin que pasó a la historia como héroe para unos y villano para otros, dada la división que provocaban sus acciones y discursos hacia el final de su carrera.

Hoy, mes de octubre de 2011, mes tradicionalmente revolucionario como bien nos recuerda José Luis Sampedro, nos preparamos para levantarnos en todo el mundo contra el orden establecido. Es la primera gran convocatoria global desde el olvidado mes de febrero de 2003: entonces contra la invasión de Iraq, surgida de los foros sociales y el movimiento antiglobalización; ahora contra el sistema en su conjunto, surgida de nuestro 15M según parece (no está nada mal que algo así tenga su epicentro en España) como cristalización de las revueltas árabes, de la revolución del frío en Islandia, y de la indignación generalizada hacia los amos del mundo. Si la también tradicional división de los revolucionarios y nuestra propia inveterada sumisión al sistema nos lo permiten, acaso se produzca un cambio. Como contrapunto al inevitable derrotismo, conviene invocar el grito de guerra de Big Jim Larkin, para embozarnos en él y tomar las calles. En la placa bajo su estatua, la frase en cuestión aparece en tres idiomas: francés, gaélico e inglés. Añadiendo el mío, y teniendo en cuenta que el original proviene del revolucionario francés Camille Desmoulins, la cosa queda como sigue:

Les grands ne sont grands que parce que nous sommes à genoux: Levons-nous.

Ní uasal aon uasal ach sinne bheith íseal: Éirímis.

The great appear great because we are on our knees: Let us rise.
  
Los grandes parecen grandes porque nosotros estamos de rodillas: Levantémonos.

__

No hay comentarios:

Publicar un comentario