domingo, 6 de noviembre de 2011

Grecia expirando

Who shall now lead thy scattered children forth,
and long accustomed bondage uncreate?

Si uno se acerca, en su azaroso caminar por la ciudad natal, al museo donde se expone la obra de Eugène Delacroix, verá destacada la silueta de Grecia, de una Grecia personificada en la figura de una bella mujer que se ofrece al espectador, determinada a sacrificarse por sus hijos. El lienzo Grecia expirando sobre las ruinas de Missolonghi  fue pintado en 1826, como denuncia del enésimo ataque del imperio otomano sobre los griegos, y también como homenaje a Lord Byron, que había fallecido allí mismo en Missolonghi, dos años antes, peleando contra el invasor turco. Las asociaciones se disparan: Delacroix, como Picasso un siglo más tarde en el Guernica, pone su arte al servicio de una causa política, al servicio de un pueblo que se resiste a perder la libertad; Grecia, entonces bajo el yugo de un imperio, ahora sometida por la avaricia de gobernantes ineptos y mercados insaciables.

Si uno continúa su recorrido por el museo, leerá la pregunta que sobre Grecia se hacía Byron y antecede estas líneas, una pregunta que muy bien podrían hacerse los griegos en estos días aciagos. Leerá también, en relación con la más conocida obra de Delacroix, La libertad guiando al pueblo, la contundente declaración de intenciones del artista: “He emprendido un tema moderno, una barricada, y si no he luchado por la patria, al menos pintaré para ella”.

Puede uno seguir paseando entre los lienzos, o distraerse con la encantadora amiga francesa que lo acompaña, pero tarde o temprano volverá sobre el poeta inglés que tanto le entusiasma. En cierta parte del museo encontrará semienterrados los siguientes versos, correspondientes a dos cantos distintos de Las peregrinaciones de Childe Harold, y pensará que aguardaban ahí para dar sentido a todas las imágenes que han rondado su cabeza durante la visita:

Nunca fui amigo de la sociedad,
tampoco ella se mostró amiga mía.
Nunca intenté alcanzar sus votos,
jamás se me vio doblar pacientemente la rodilla ante los ídolos,
ni forzar la sonrisa en mis labios,
ni unirme al eco de los aduladores.
Viví como un extraño entre los hombres.
---
Hay un placer en los bosques sin senderos,
hay un éxtasis en la costa solitaria,
hay compañía allí donde nadie se hace presente,
al lado del mar profundo, y música en su rugido.
No amo menos al hombre, sino más a la Naturaleza.

__

No hay comentarios:

Publicar un comentario