lunes, 10 de octubre de 2011

Cuando pienso en los viejos amigos

Cuando pienso en los viejos amigos que se han ido
de mi vida, pactando con terribles mujeres
que alimentan su miedo y los cubren de hijos
para tenerlos cerca, controlados e inermes.

Cuando pienso en los viejos amigos que se fueron
al país de la muerte, sin billete de vuelta,
sólo porque buscaron el placer en los cuerpos
y el olvido en las drogas que alivian la tristeza.

Cuando pienso en los viejos amigos que, en el fondo
del mar de la memoria, me ofrecieron un día
la extraña sensación de no sentirme solo
y la complicidad de una franca sonrisa…

Luis Alberto de Cuenca


Cuando pienso en los viejos amigos me da por actualizar mi blog. Cuando pienso en Loquillo y su nuevo disco Su nombre era el de todas las mujeres (poemas de Luis Alberto de Cuenca musicados por Gabriel Sopeña), recuerdo sus discos anteriores dedicados a la poesía: La vida por delante (1994) y Con elegancia (1998). Cuando pienso en los años noventa me recuerdo joven e influenciable, ávido de mujeres y poemas, con toda La vida por delante en palabras del maestro Gil de Biedma. Cuando pienso en los temas de aquellos dos excelentes discos me detengo en uno de ellos titulado Cuando pienso en los viejos amigos, de un tal Luis Alberto de Cuenca. Cuando pienso en Luis Alberto de Cuenca decido olvidar su faceta de Secretario de Estado al servicio del ominoso Señor del Bigote, y acordarme de que es capaz de escribir el verso Su nombre era el de todas las mujeres. Cuando pienso en todas las mujeres me da por escribir.

Coda: abro Su nombre era el de todas las mujeres y quiere el azar que lo haga por el poema La noche blanca, y ese azar me dice que no queda sino leértelo (sí, a ti). Me asalta la sonrisa al encontrarme luego con Loquillo, imperial, consultando su reloj mientras piensa en aquella época Cuando vivías en la Castellana. Sigo con el hojeo previo a toda lectura sosegada: ahora me sorprende el rostro avejentado de Gabriel Sopeña, que yo creía detenido en el tiempo ingenuo de los noventa (jóvenes éramos entonces, querido compañero de viaje). Dejo que Sopeña explique ¿Por qué, De Cuenca? y veo por fin a Luis Alberto, al poeta, posando en su estudio junto a unas figuritas de Tintín. La mente se me va (nuevo azar) a Arturo Pérez-Reverte, otro distinguido tintinófilo, y no me lo puedo creer cuando paso la página y veo la firma en el prólogo. Don Arturo, además de calificar a Loquillo como el "último de los hombres duros", empieza diciéndonos: "Si algo me gusta de Luis Alberto de Cuenca -y tal vez por eso es mi amigo- es que sigue creyendo en la infancia como memoria, en los viejos héroes cansados y en el amor como refugio frente al mucho frío que hace ahí afuera". Definitivamente, este disco me parece una maravilla, y todavía no he comenzado a escucharlo.

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2 comentarios:

  1. Bonita entrada llena de nostalgia y poesía. Y gran poema de tono narrativo, como a mí me gustan.

    Un abrazo enorme desde La Comarca.

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