Parece que tenga la necesidad de repetirlo para ser
consciente de ello. Soy librero. Desde octubre, mes otoñal y revolucionario. La
librería Tusitala es el hogar de este librero, y pretende ser mucho más que una
tienda: lugar de encuentro, de café, de tertulia… todo aquello que siempre
imaginé que debería ser una librería, que compartí con mis queridos y
letraheridos compañeros de viaje, que glosé en casi todo cuanto he escrito. En la
mayoría de mis ficciones aparece al menos un café literario, que es ese término
del siglo pasado que mejor define la cuestión. También, por descontado, en las
ficciones de mis maestros: ya decía Julio Cortázar, cuyo fantasma busqué en el
café Old Navy de París, que son el territorio neutral para los apátridas del alma.
La librería soñada tiene igualmente su anclaje en la
realidad, cómo no. El paradigma de esa librería en la que uno quisiera quedarse
a vivir como en una isla conectada mediante miles de ramificaciones de papel a
todos los lugares del mundo es sin duda Shakespeare & Company; librería-refugio,
librería-oasis, librería-laberinto. Hay un referente más cercano, sin embargo,
una librería que seguirá siempre en mi recuerdo y que constituye el germen de
la amistad a lo largo, por decirlo en palabras de Jaime Gil de Biedma, que mantengo
con varias de las personas más importantes de mi vida: la desaparecida librería
La Bohemia, cuyo fantasma, como el de Julio, flirtea todavía entre las almas de
algunos habitantes de esta ciudad.
Ser librero es un regalo y al mismo tiempo un desafío, sobre
todo con tan elevados referentes. Habré de aprender a serlo. La mayor suerte es
que vender libros es también leerlos, recomendarlos, conversar sobre ellos, dejarse
llevar por los consejos y las peticiones de los clientes. Curioso pensar que
hasta ahora vendía un solo libro, el mío, dos como mucho, y ahora vendo o
podría vender TODOS los libros. Como la biblioteca de Babel de Jorge Luis
Borges, toda librería es potencialmente una librería infinita. Espero que
Tusitala, el que cuenta historias, no tarde en convertirse en amigo vuestro y
lo sea por un tiempo digamos que, si no infinito, sí ilimitado.
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Sabes que te deseo mucha suerte en tu nuevo empeño. Traes fuerza y creo que vas a conseguir lo que te propones, que Tusitala forme parte de nuestra alma lectora, de nuestro día a día. Un abrazo
ResponderEliminar¡Ojalá, Anabel! Muchas gracias por tu apoyo. Un abrazo grande.
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