jueves, 4 de julio de 2013

The Straight Story



Hay películas que uno deja pendientes durante largo tiempo, hasta encontrar la ocasión oportuna. En el caso de The Straight story, han tenido que pasar catorce años desde su estreno para que llegara ese momento, y tal vez sea adecuado verla por primera vez ahora que me acerco a los cuarenta y puedo comprender mejor el sentido de esta historia. Una historia verdadera, muy alejada de la trayectoria cinematográfica de su director, David Lynch. Aquí sus guiones tortuosos y crípticos dan paso a una historia clara, auténtica, directa, como el propio apellido del protagonista.

Por momentos, sobre todo al principio del metraje, tengo la sensación de moverme entre los escenarios rurales que pintaba Edward Hopper y los frescos sin esperanza de Raymond Carver. Luego me domina la certeza de que no hace falta irse a Iowa, Estados Unidos, para contar la historia de Alvin Straight: los paisajes, los trabajos en el campo, el modo de vida, la testarudez y el buen corazón de Alvin me recuerdan tanto a mi abuelo y a la tierra de mi infancia.

The Straight story es una road movie en el sentido más clásico, una odisea exterior y una transformación interior. Es algo así como el reflejo crepuscular de Into the wild, otra excepcional aventura de descubrimiento personal, también basada en hechos reales, rodada por Sean Penn en 2007. Para mí ya es tarde, pero invito a quienes tengáis la suerte de no haberlas visto, a saborear Into the wild y The Straight story por este orden, a comparar el viaje al encuentro de sí mismos de Christopher McCandless y de Alvin Straight.

Después de verlas, a uno le entran unas ganas terribles de ir a los bosques a vivir deliberadamente, como diría Thoreau, y de tumbarse bajo el cielo a contemplar las estrellas.

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