A mis alumnos. Y a mis compañeros de viaje.
Si
usted que lee esto se dedica a pasear por una ciudad de provincias en la que
nunca pasa nada (pongamos que hablo de Badajoz), si recorre sus calles con los
ojos bien abiertos, verá acaso aquí y allá, salpicando su paisaje como flores
de primavera, a aprendices de escritores que, para reforzar el efecto dramático, llamaremos
a partir de ahora letraheridos.
Cuando el Centro de Estudios Literarios Antonio Román Díez despertó, los letraheridos, por supuesto, ya estaban allí. Ya habitaban la ciudad, en secreto, como una logia que no ha celebrado siquiera su reunión constituyente. Tan en secreto que la ciudad dudaba de su existencia, y su condición de escritores se asimilaba más bien a la de criaturas mitológicas que jamás escaparan de las páginas del bestiario correspondiente.
Cuando el Centro de Estudios Literarios Antonio Román Díez despertó, los letraheridos, por supuesto, ya estaban allí. Ya habitaban la ciudad, en secreto, como una logia que no ha celebrado siquiera su reunión constituyente. Tan en secreto que la ciudad dudaba de su existencia, y su condición de escritores se asimilaba más bien a la de criaturas mitológicas que jamás escaparan de las páginas del bestiario correspondiente.
El CELARD, pues tal es su acrónimo, escogió el propicio mes de abril para invocar a estos amables monstruos. El ritual, denominado I Jornadas sobre Creación Literaria en Extremadura: del Lector al Escritor, dio lugar a diversos aquelarres, entre los cuales cabe destacar el I Certamen de Microrrelatos y, sobre todo, el Taller Literario Exprés celebrado en la Biblioteca Pública Bartolomé J. Gallardo, cuya foto de grupo ilustra estas líneas.
Ahora, con la puesta en marcha de los Talleres de Primavera del CELARD, los letraheridos han salido de su caparazón y polinizan la ciudad como abejas rabiosas. Se los ha visto en plena vía pública, cazando frases al azar, qué osadía; aporreando el teclado de una máquina de escribir callejera, llevados por la más Dulce Locura; pululando en busca de páginas en blanco por la Feria del Libro; acaparando las ondas radiofónicas con desesperados mensajes de esperanza; despertando a base de abrazos La Dignidad Dormida; desplegando sus cuadernos en las cafeterías y en los parques, lugares anteriormente reservados para el tierno beso de los amantes.
El viaje no ha hecho más que empezar. Súbase, usted que lee esto, al expreso de la literatura. Hágalo hoy mismo, en una fecha que para quien esto escribe es tan simbólica como literaria. Cumpleaños feliz, amigos míos. Letraheridos de Badajoz. Escribir en Badajoz. Sí, se puede.
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"Curioso pensar que comparto en el fondo la desconfianza con que mi ciudad mira a aquellos que, dentro de ella, osan dar en llamarse escritores; como si tal actividad no tuviera cabida en estas calles desfavorecidas, y ejercerla pese a todo fuera casi una ofensa para el resto de sus -legítimos- habitantes, aquellos que viven en el lado literal de las cosas; o, más probablemente, como si fuera un gesto estéril en una realidad urbana particularmente refractaria a la palabra, que no se va a conmover por los lamentos de cualquier letraherido que a la postre acabará resultando, aun para sí mismo, digno de compasión…
ResponderEliminarCurioso pensar que esto mismo suceda en la mayoría de ciudades de este país, incluidas aquellas a las que quise huir para cambiar mi suerte; que en otro café de otra ciudad cualquiera otro escritor ya-no-tan-joven esté escribiendo en su cuaderno palabras similares a éstas; que ambos, en espejo, reflejemos la condición eterna, la soledad eterna del eternamente malhadado escritor de provincias…"
Cuánto me alegro de que me lleves la contraria... ;-)
Alguien tiene que hacerlo... ;-)
ResponderEliminarComo aludida letraherida debo decir que estoy encantanda con este despertar que pocas veces imaginé que ocurriría, espero que este sea sólo el comienzo de muchos despertares.
ResponderEliminarClaro que sí, ya lo decían en la Puerta del Sol: "si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir". Y escribiendo se puede hacer mucho ruido. Gracias por estar ahí y un abrazo, María.
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