domingo, 15 de marzo de 2020

Diario del virus, día 1

Foto: diario La Vanguardia

1. Me sobran los motivos

Me sobran los motivos para escribir un diario en estas circunstancias: soy escritor y librero, pero no puedo ejercer de librero. Encontrar unos minutos de respiro cada día para pensar en lo que nos está pasando y ponerlo en palabras es para mí un ejercicio de servicio público. En lo individual y en lo comunitario, necesitamos explicarnos, dar sentido a tantas horas de encierro, comunicarnos, poner a disposición de los demás nuestras habilidades. Si la lectura de este dietario te ocupa cinco minutos al día y te ayuda a reflexionar sobre tus propios motivos, me daré por satisfecho. Vamos a ir a entrada por día hasta la derrota final del virus, o hasta que acabe el confinamiento, ya veremos. Bienvenidas a bordo.

2. Un domingo cualquiera 

Tengo una niña pequeña que no puede salir de casa. Hoy está con sus abuelos maternos, que se marcharán esta tarde y no podrán volver a verla hasta que termine el encierro. Nos hemos puesto a reubicar muebles para que Hilda tenga más espacio para jugar. Taladro, aspiradora, trapos, armarios. Llamadas telefónicas a mi madre y a mi abuela. Es un domingo cualquiera. Mientras desayunaba como de costumbre, leyendo la prensa digital, me encontré con este artículo de Gerardo Tecé, a quien le tomo prestada la cita: Al Pacino interpreta a un entrenador de fútbol americano que, tratando de motivar a sus jugadores, les espeta: “o sanamos como equipo o morimos como individuos”. La película se titula Un domingo cualquiera.

3. Estado de alarma

Admito que los poderes del Estado, cuando están bien empleados, me producen una cierta fascinación. Ante el horror en los hipermercados y la desbandada de madrileños y vascos a las playas, necesitábamos un presidente tranquilo que nos recuerde cuáles son nuestros deberes cívicos para contener la pandemia. Quizá aprendamos de la experiencia. Quizá pasado mañana actuemos con la misma responsabilidad para contener el cambio climático, la pobreza o el hambre. Para eso habría que conceder la misma importancia a tales asuntos que al virus, y que los medios hablaran de ellos continuamente, y que otra vez el Estado impusiera el sentido común al común de los mortales. Sin salirse de los límites de la Constitución, otro mundo es posible. Qué le voy a hacer, soy fan del artículo 128: “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general”.

4. Aplausos

Ayer la jornada llegaba a su fin con altas dosis de zozobra e incertidumbre. Van a seguir muriendo personas víctimas del virus, otras se pueden arruinar, la mayoría apenas vamos a salir a la calle en un mínimo de dos semanas. Estábamos encajando todavía el golpe del mensaje presidencial cuando empezaron a oírse los aplausos. Salimos a la terraza llevados por un viento de ilusión, estaba ocurriendo algo mágico en mitad de la tragedia: de repente descubro que tengo vecinos, que la ciudad también puede ser un espacio de solidaridad. Mi pareja, que es médica, no pudo salir a recibir el aplauso porque estaba acostando a la niña: no importa, esta noche aplaudiremos de nuevo. España volverá a salir a ventanas, balcones y azoteas para agradecer al personal sanitario el enorme esfuerzo que están realizando para sanarnos como equipo. Estamos en sus manos, y les damos las gracias con nuestras manos. Como decía Eduardo Galeano, “tenemos las manos vacías, pero las manos son nuestras”.


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