Sostiene un amigo que hay
dos tipos de escritores: quienes escriben con mapa, cartógrafos de la narrativa
que tienen muy claro los puntos de partida y de llegada, más los ríos y afluentes
que se encontrarán por el camino, más los barcos que cruzan esas aguas, más las
personas que navegan a bordo de tales barcos, más...; y quienes escriben con
brújula, aventureros de las letras que saben a dónde quieren llegar pero dejan
que el camino los sorprenda y los coloque frente a peligros con los que no
contaban al comenzar su andadura, siempre que puedan orientarse de vuelta a la
senda trazada gracias a las breves notas tomadas de antemano.
Este amigo también sostiene que yo no uso siquiera brújula; mapa tampoco, por descontado, tan caótico como soy en mis avatares literarios. Es posible, aunque prefiero decirme que soy de la estirpe de los aventureros, lo que ocurre es que a veces me dejo la brújula olvidada en el camarote. Tiene sus ventajas, no se crean: hace poco otro amigo me proporcionó una excelsa idea en cuyo desarrollo ando enfrascado con la escasa voluntad cartográfica que me caracteriza. Así que ando a la búsqueda de inspiración, incorporando retazos de historias, dejándome llevar por elementos tomados de aquí y de allá, como una especie de entomólogo armado con su proverbial cazamariposas.
Este amigo también sostiene que yo no uso siquiera brújula; mapa tampoco, por descontado, tan caótico como soy en mis avatares literarios. Es posible, aunque prefiero decirme que soy de la estirpe de los aventureros, lo que ocurre es que a veces me dejo la brújula olvidada en el camarote. Tiene sus ventajas, no se crean: hace poco otro amigo me proporcionó una excelsa idea en cuyo desarrollo ando enfrascado con la escasa voluntad cartográfica que me caracteriza. Así que ando a la búsqueda de inspiración, incorporando retazos de historias, dejándome llevar por elementos tomados de aquí y de allá, como una especie de entomólogo armado con su proverbial cazamariposas.
Con frecuencia, buena
parte del disfrute de la escritura se alcanza al comprobar cómo unas piezas
encajan con otras aparentemente dispersas. Estoy inmerso en un relato cuya
brújula se limita a señalar que requiere de un personaje anciano, concretamente
una mujer que se hubiera dedicado, entre otras cosas, a la poesía. En esto me
viene a la memoria la figura de Solita Salinas, sobre cuyo archivo personal y
el de su marido, Juan Marichal, trabajé en la Residencia de Estudiantes.
Solita, además de hija del insigne Pedro Salinas, fue profesora de Literatura en
Estados Unidos, especialista en la generación del 27, y escribía poemas que
nunca quiso publicar. De repente todo encaja: dejarme inspirar por este
personaje histórico pone en marcha el mecanismo que completa el relato.
Eureka.
No puedo contar mucho
más, salvo que la cadena de hallazgos me ha llevado a un poema de la propia
Solita, que pone un poco de añorada alegría en este gris y gélido mes de
noviembre. Lo supongo inédito, espero no moleste a nadie que me tome la
libertad de transcribirlo aquí:
Y es en su piel
cargada de recuerdos,
que se esconde
el más fabuloso
de todos los seres de
esta tierra.
Las escamas verdiazules
se combinan
con las plumas púrpuras.
Las manos
son de puma
y el aliento de garza.
Su mirada lleva dentro
la oscuridad de una
laguna
profunda y en silencio.
Y tal vez sea por eso
que no tiene nombre,
y la gente al verlo
pasar,
sólo lo llama:
animal de primavera.
__
Tu proverbial vampirismo literario, asumido (al menos) con honestidad... Algún día el azar te dará de lado, dejarás de tener esos encuentros afortunados, y tendrás que empezar a currar en serio... ;P
ResponderEliminarNos debemos mutuamente un taller...
"Me tomaré lo del vampirismo como un cumplido", dijo Emm, algo nerviosa al verse sometida al escrutinio del letraherido.
ResponderEliminar;P