Estamos consumiendo muchas
series. Cada vez más. Y una de las series de moda es La casa de papel, cuya cuarta temporada acaba de estrenarse. Con la
particularidad de ser una serie de gran éxito internacional, pero de producción
propia. Made in Spain. Para que luego digan que todo lo bueno viene de fuera.
La casa de papel es irregular pero engancha, se basa en un “atraco
perfecto” más o menos verosímil pero salpicado de romances inverosímiles, se
apoya en grandes actuaciones y personajes pero arrastra otros apenas dibujados,
y no esconde sus influencias: desde la genial Inside Man (Spike Lee, 2006) hasta la evidente resonancia de la
novela gráfica V de Vendetta,
publicada en los ochenta por Alan Moore y David Lloyd.
Atracadores ataviados con caretas
de Dalí, que convierten esa máscara en símbolo de resistencia popular frente a
un sistema injusto y opresor. ¿Les resulta familiar? Hay claras referencias al
15M, al movimiento feminista, a la lucha obrera y antifascista, al terrorismo
de Estado. Y todo ello presentado bajo un envoltorio muy comercial,
perfectamente apto para todos los públicos. Aunque quizá la línea de guión más
significativa se encuentre en el capítulo final de la segunda temporada, en una escena en la cual el Profesor
afirma: “En el año 2011 el Banco Central Europeo creó de la nada 171 mil
millones de euros. Ese dinero fue a parar a los bancos. A los más ricos. ¿Dijo
alguien que el Banco Central Europeo fuera un ladrón? Inyección de liquidez lo
llamaron, y lo sacaron de la nada. Yo estoy haciendo una inyección de liquidez.
Pero no a la banca. La estoy haciendo aquí, en la economía real de este grupo
de desgraciados”.
Sin embargo, como todo producto
de entretenimiento, La casa de papel no
escapa a sus propias contradicciones: creada gracias a Antena 3, cadena que no
destaca precisamente por su ideario revolucionario y anarquista; popularizada
en todo el mundo gracias a Netflix, emporio que, como es habitual en las
grandes compañías, se caracteriza por la evasión fiscal. Y ya sabemos, como
cierto virus se ha encargado de recordarnos, que sin impuestos cuesta mucho más
salvar vidas. Ni siquiera en situaciones de extrema necesidad, como la que
estamos atravesando ahora, la legislación europea permite proporcionar dinero directamente
a los Estados miembros. La Unión Europea está diseñada para pasar siempre por la banca privada, que ni siquiera está obligada a prestar luego ese dinero que
se le regala, y cuando lo presta lo hace aumentando los intereses, por
supuesto. Ahora que se planea una nueva inyección de liquidez a la banca como
respuesta a la actual crisis, me pregunto quién se va a encargar de que ese
dinero llegue a la economía real, es decir, a este grupo de desgraciados que
pagamos impuestos.
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