Los acosadores siempre tratan de culpabilizar a la víctima. Lo vemos en la actividad terrorista, en la violencia contra las mujeres, en la persecución de personajes públicos. Lo contrario a formar parte del acoso es solidarizarse con las víctimas
No he recibido esta semana una carta con amenazas de muerte sazonadas con balas de armamento militar, no
soy tan importante como el Ministro de Interior, la Directora de la Guardia
Civil y el candidato por Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid. Pero sin duda
me doy por aludido por estas palabras escritas a finales del año pasado por el
General retirado Francisco Beca: "no queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta". En
una población como la española, de 47 millones de habitantes, me consuela saber
que para este patriota de pensamiento genocida los demócratas somos más de la
mitad. Hasta que nos fusilen, claro.
De manera que sí, me siento amenazado de muerte,
junto a 25.999.999 españoles más, por las palabras del señor Francisco Beca, secundadas por otros altos mandos militares jubilados y por el partido político Vox.
Pero no haría falta saberme interpelado por ellas para solidarizarme
abiertamente, a través de mi modesto blog, con los destinatarios de las cartas
con balas. Especialmente con uno de ellos, Pablo Iglesias, no porque las
amenazas de muerte dirigidas contra el Ministro de Interior y la responsable de la Guardia Civil
me parezcan menos relevantes (en todo caso sería al contrario, ya que el
contenido de esas dos cartas insinúa también la amenaza de un golpe de Estado),
sino porque contra Pablo Iglesias existe desde hace tiempo una campaña de acoso
constante y descarado; un clima de odio que propicia que tanto él como su
familia sea hostigada y amenazada de muerte con regularidad, y que tal vez
conduzca a la aparición de su cuerpo ensangrentado y molido a golpes, o con un limpio tiro
en la nuca, a la manera de ETA.
Los acosadores siempre tratan de culpabilizar a la víctima. Lo
vemos en la actividad terrorista, en la violencia contra las mujeres, en la
persecución de personajes públicos. Lo contrario a formar parte del acoso es solidarizarse con las víctimas. Entre los acosadores se
cuentan, inequívocamente, los dirigentes del partido de ultraderecha Vox, una
de las cuales, Rocío Monasterio, se comportó como una acosadora de manual
durante el debate electoral organizado el viernes por la Cadena SER: después de
negarse a condenar las amenazas de muerte y dudar de su autenticidad, insultó a
la víctima hasta que ésta abandonó el debate.
Recordemos que otros miembros de Vox participan en el asedio
continuado al hogar de Pablo Iglesias, donde viven 3 niños de corta edad, sus
hijos. Este acoso se lleva produciendo desde hace más de un año, incluso se
trasladó por vacaciones al lugar donde las víctimas decidieron tratar de pasar
el verano. Acosadores son también, dicho sea de paso, quienes comparan este
acoso domiciliario con el escrache sufrido en su día por la entonces
Vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría: comparar una protesta,
enmarcada dentro de las reivindicaciones por el derecho a una vivienda digna,
que duró unos minutos y se produjo en una sola ocasión, con el acoso sostenido
durante meses y meses sin más objeto que el acoso en sí, es de una mezquindad
abrumadora.
Recordemos también la pertinaz persecución que Pablo Iglesias
sufre a manos de buena parte de la prensa. Contra él y contra su formación
política se vierten mentiras a diario, algunas de ellas fabricadas por una
especie de Gestapo a
la española, una unidad policial clandestina encargada de lindezas tales como
secuestrar a la mujer de Luis Bárcenas y fabricar pruebas falsas contra enemigos
políticos. La creación de esta vanguardia de las cloacas se atribuye a Jorge
Fernández Díaz, Ministro de Interior nombrado por M. Rajoy, que en la
actualidad está siendo procesado como presunto responsable de la inmundicia.
Las noticias falaces se suministraban a diversos medios, con especial
preferencia por OKdiario,
un digital cuyo director, Eduardo Inda, ha sido condenado varias veces por
difundir informaciones falsas pero sigue siendo invitado a tertulias
televisivas de gran audiencia. Este acoso no es ni mucho menos cosa de un solo
medio aislado: ayer mismo, el diario El
Mundo culpabilizaba en su editorial a Pablo Iglesias de la violencia
ejercida contra él. Después de haber recibido, repito, una carta con cuatro
balas: una para él, otra para su pareja, dos para sus padres.
Recordemos, cómo olvidarlo, que el año pasado un
exmilitar se grabó disparando en una galería de tiro contra dianas con
las efigies del Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, del entonces
Vicepresidente Pablo Iglesias, de los ministros Irene Montero y
Grande-Marlaska, y del portavoz de Podemos, el científico Pablo Echenique. Las
diligencias por delito de odio contra el autor del fusilamiento simulado fueron
archivadas. Recordemos, suma y sigue, que uno de los empleados de OKdiario está
acusado de acosar a los hijos de Pablo Iglesias y a su cuidadora. La Fiscalía
pide un año de prisión para el supuesto periodista.
Recordemos, vamos para bingo, a quienes se convierten en cómplices
de la violencia y el acoso, justificándolo o intentando equiparar a víctimas
con verdugos. La candidata a la Comunidad de Madrid por el PP, así como el
candidato de Ciudadanos, continúan la campaña electoral sosteniendo que los
extremos son iguales, que Vox y Podemos son más o menos lo mismo, pasando por
alto una diferencia abismal: racismo, odio, machismo y homofobia están en el
centro del discurso de Vox; en el de Podemos, la igualdad y los Derechos
Humanos. Cada vez que escucho este tipo de comparaciones, en boca de
tertulianos y dirigentes políticos pero también de amigos y conocidos, me
estremezco.
Recordemos, por descontado, a quienes callan. La noticia de las
amenazas de muerte por correspondencia no ocupó la portada de la edición
impresa de ningún periódico de tirada nacional. Una de las cartas, insisto en
su gravedad, otorga al Ministro Grande-Marlaska un plazo de diez días para
dimitir, o será fusilado. Otro que se cuenta entre los 26 millones de hijos de
puta. Callan quienes pusieron el grito en el cielo cuando una de las víctimas
se compró un chalet, pero no se escandalizan por el acoso a ese chalet, ni por
las amenazas de muerte. Callan también quienes quitan importancia a los hechos,
quienes miran para otro lado o piensan que estas cosas de la política no
van con ellos. En mi opinión, es la democracia la que está en juego, y ya vamos
con retraso para defenderla.
Recordemos, y ya termino, a don Miguel de Unamuno. Después de
enfrentarse a los fascistas en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca y
confrontar con su serenidad de intelectual audaz el discurso de uno de sus máximos
líderes, Millán Astray, recibió varias amenazas de muerte en su domicilio, por carta, durante los días siguientes. Finalmente, tal y como sostienen las
investigaciones sobre su muerte recogidas en el reciente documental Palabras
para un fin del mundo, todo apunta a que fue asesinado por los golpistas.
Siguió una larga y cruel dictadura de 40 años.
Por suerte, hay ya muchos que han captado el mensaje, que se
solidarizan con las víctimas, que se sienten también amenazados. En boca de las
más conocidas periodistas de la Cadena SER, en los actos electorales del PSOE y
de Más Madrid se habla nítidamente de escoger entre fascismo o democracia. Por
lo que más queremos, que en abstracto yo diría que es nuestro sistema de
libertades, que en lo concreto son nuestros seres queridos, ya saben, al menos
26 millones de españoles: no permitamos que la Historia se repita.
Gracias, alguien por fín dice las cosas claras
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